Se proponía un ambicioso programa cultural en el antiguo matadero de Igualada. Un programa muy completo que, además de transformar las viejas naves modernistas en espacios culturales, contemplaba una escuela de música, espacios para las artes plásticas, salas de ensayo, para el asociacionismo cultural y popular, salas ensayo y los espacios para la gestión y administración del centro. Estos espacios configuran a su vez el gran patio de entrada, una especie de vestíbulo verde, que recuerdan dos brazos que abrazan y dan la bienvenida al visitante. En la parte posterior, se adapta al desnivel natural con los volúmenes cúbicos de las grandes salas como si fueran los bloques de una cantera situada junto a la ciudad. Esta nueva cantera para la cultura supone un núcleo de encuentro para la actividad artística, el ocio y el encuentro social.